lunes, 19 de septiembre de 2011

























Hay una música que se oye apenas, como si llegara de un antiguo aparato de radio que hubiera quedado encendido y olvidado en alguna parte. Y un misterio que no está en la imagen sino en el punto de vista, un cronista que oculta su voz tras los hechos, que es a la vez íntimo y ominisciente, nos guía. Los lugares por los que nos conduce nos son ajenos y a la vez, de un modo indudable, familiares.
Postal de un lugar que ya no existe, se despliega como un mapa Todos estos años de gente. Geografía incierta, o tal vez historia local. Si fuera una pintura: impresionista, ¿ominimalista? Hay trazos que no terminan de ser la forma y aun así, dejan ver. Hay manchas que son colores que componen cosas, personas, no personajes porque están cerca, casi se tocan, casi nos dejan tocarlos, personas con historias, personas que son su historia y componen a la vez una más grande, un todo inconmovible que los tiene, como si les diera sentido o, incluso, alguna suerte de redención.

Natalia C. Flores

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