miércoles, 2 de noviembre de 2011

Consorcio poemático

de sueltos y abonados 




















“Consorcio poemático”, con lo que sugiere de aquello que ha sido reunido por el azar, el capricho o la contingencia, sin reclamar otro principio de legitimación para su existencia, acaso sea la categoría irreverente a la que pertenece todo libro de poesías; al fin y al cabo, un poema no construye un mundo y desde el régimen de un mundo un poema es un milagro, único e injustificable. No sabemos (no podríamos saber) cuál es la relación de un quehacer poético con una existencia, pero, sin medida ni proporción asignable, es esa relación la que nos pone en contacto con una voz y unas maneras. La poesía de Lis Harguindey es en buena medida un diálogo íntimo que podemos entrever en sus fragmentos; es también un canto que se quiebra por el fragor de la vida y “los violentos escenarios de los sueños”. Sus poemas están tenuemente enhebrados por una honda tristeza, por el dolor del amor y -pero tal vez por sobre todo- por una fe (o una ética) obstinada y valerosa en continuar; en continuar reconstruyendo las ciudades devastadas. Así lo escribe ella: “regresad sin temor (…) que las dulces esperanzas sobrevivan”. 
                                   Juan Molina




Lis Harguindey.
Nacida en el 67 en Morón, apenas asomó al mundo llamó la atención por la terquedad de sus pelos que se pensó atribuir a las raíces vascas. En la escuela brilló en un acto escolar, y ganó su primer premio a la poesía otorgado por la señorita Marta, en cuarto grado. Se dice que leyó un libro presionada por esa maestra. A los 16 dirigió una revista “subte”, consiguió unos poemas inéditos de Miguel Abuelo, le sacó una foto a Spinetta y otra a Litto Nebbia, entrevistó a la banda V8 y salió en televisión hablando mal de la guerra y bien de los jóvenes. Debido a todo ese éxito decidió estudiar dactilografía, teatro y antropología, antes de decidirse por psicología, carrera que finalmente terminó sin ningún esfuerzo, veinte años después. Este es su segundo libro publicado, pero el primero no lo recuerda nadie y aunque tiene un par de copias en su poder, no autoriza su divulgación. 
En “Consorcio…” los poemas se juntan como vecinos obligados a ponerse de acuerdo en algunas cosas como para ocupar juntos el espacio de un libro. Como administradora, tuvo la tarea de declarar no gratos unos versos, pero en general se ha mostrado bastante tolerante. Se espera que el año próximo publique su Pabur, si la editorial y el público acompañan.

1 comentario: